miércoles, 3 de enero de 2007

Una vez encaminada en el túnel hacia atrás no se puede volver, por lo que ya habiendo solucionado uno de mis incompletos asuntos, debía dar paso al siguiente. Y me vino como la noche, fugaz. Siendo una pisciana orgullosa de sus cualidades y defectos, tenía que que enfrentar alguna vez en mi vida el sentimentalismo extremo, mal acompañado por una sensibilidad desgarradora y como si fuera poco la pasión de Julieta.
Esa fue la primera vez que las mariposas juguetearon con mis entrañas, él nunca fue uno más para mi, nuestra complicidad se hizo notar a muy temprana edad, siendo unos niños de pecho compartimos nuestros días, desde el primer rayo de sol, hasta el cantar de los grillos nocturnos. Es muy posible que la peculiaridad de su persona, tan caballero como los con armadura de siglos atrás, me parecía más deseable su compañía que la de cualquier otro amigo de juegos y así lo preferí veranos completos.

Vengo de una familia numerosa a la cual la temporada de verano la emociona, por la variedad de comidas deliciosas que pueden preparar, y sobre todo porque es la fecha del año en que podemos estar todos juntos.
Y es esa la razón de nuestro afiatamiento, en un comienzo, tan fraternal, lo siguiente casi era inevitable.
Llegamos de la mano a esa étapa en la vida en que comenzamos a sentir, y lo que más queremos es probar. Y yo me dediqué a amarlo en secreto por años, me las ingeniaba todos los días para estar lo más cercana a él posible, aprendí todas los juegos y códigos de los hombres preadolescentes, y ocupé mi lugar.
Me desvelaba noches enteras pensando en el día juntos, escribiendo detalladamente casa suceso en mi diario.
Hasta que llegó el día tan esperado, la primera vez que nuestros labios se rozaron, y el cuerpo no estaba preparado, por lo que respondió tímido, con un temblor.
El tiempo, la gente, el aire, las aves, las nubes, todo dejó de tener movimiento en esos segundos, yo quería saber nada más.
No me podía concentrar en otra cosa que no fuera su silueta los minutos venideros, más aún, esperaba que el tiempo amigo repitiera una y otra vez, tan única experiencia.
Pero no sucedió, hasta meses después. Era un día de verano, y a pesar de ello, no estaba tan caluroso el ambiente, por el contrario el viento soplaba fuerte y muy frio, no era extraño, entonces , pensar que las horas siguientes también serían diferentes.
En esta oportunidad no fue tan dulce como aquella mágica vez, sino más deseo que amor, más pasión que dulzura, y a pesar de ello, me sentí la princesa que mi madre me enseñó tan pequeña en las páginas de los cuentos de hadas.
Ahora empezaba mi vida, pensé en ese momento, ya no era yo la que armaba una historia de amor en mi cabeza, él también quería ser parte de mis sueños, pero aquí, como todos, en carne y hueso, en cuerpo y alma, y eso era todo lo que yo necesitaba.
Los días siguientes fueron una danza descalza en la luna, parecía que todo saldría bien, pero claro, había un detalle, para mi nunca fue algo más que eso, sin embargo para muchos si.
La familia pidió la palabra, lo catalogarón de herejía, tan cruelmente se burlarón de mi amor que no me quedaba más que soportar el nudo en la garganta, e implorar que fuese una pesadilla.
Para mi sorpresa él caballero con armadura no abrió la boca, y cual animal domestico aceptó la decisión sin más, agachando la cabeza.
Así se acabó la experiencia más dulce, que he vivido.
Mi madre estuvo en contra de todo, por sobre todas las cosas apoyó mi opción de guardar silencio, y me defendió de las malas palabras, eso me refugió en su seno como de niña, pero no fue suficiente para impedir el desgarro de mi corazón.
Que a duras penas se está recuperando hoy, pero que emocionalmente dejó una cicartiz, irreparable.
Desde esos días no creo en el amor, me volví una persona desconfiada hasta de la misma sombra, imposible de comprometerme, y peor aún, los fantasmas amenazan con no abandonar mi alma por mucho tiempo más, pero estoy haciendo el esfuerzo, aún creo en las señales divinas.