jueves, 21 de diciembre de 2006

Cuando se es niña todo parece tener respuestas fáciles y rápidas, es complicado decir el minuto preciso en que cambia eso. Recuerdo que cada vez que vi a mi madre aproblemada por asuntos de "gente grande", la miraba y decía sin siquiera tomar el peso de mis palabras, que era tan fácil como que dijera lo que tenía que decir, a quien debía cuanto antes, y ella tan dulcemente como ha sido toda mi vida, me tomaba en brazos y un poco más tranquila me agradecía las buenas intenciones.
Y ahora que estoy siendo cada vez más parte del mundo adulto, no practico, como mala predicadora que soy.
Estoy conciente de que me ahogo generalmente en un vaso de agua, tiendo a angustiarme fácilmente, y tan pronto como me lleno de energía nuevamente, soy una persona demasiado cambiante para mi gusto, y decidí indagar en el por qué de ello.

Ésto más allá de contarles quien soy, es un descubrimiento para mi, tengo que admitir que hace solamente un par de meses atrás no tenía idea de quien era este rostro y este cuerpo que ya cargo hace 20 años, ahora cuando miro el espejo puedo reconocerme, pero queda mucho camino, en el poco tiempo que tengo de conocerme han surgido ya demasiadad interrogantes como para perder más tiempo en trivialidades de quinceañera, es tiempo de tomar el volante de mi propio tren, y señores, voy en el penúltimo vagón.

En ese momento en la vida cuando te das cuenta que tienes un mundo afuera por conocer y estas sentada ahí, justo en el sofá de tu casa, y que peor aún llevas años estándolo, se tiene que hacer algo, lo primero salir a la calle y gritar, no hay nada mas vigorizante que un buen estruendo del alma.
Acto seguido, organizar la habitación, ordenar, como tantas veces mamá te obligó, pero ahora tienes un objetivo claro, es el momento de tomar todo aquello que te recuerde esa que con dos moños salía cada navidad a mostrar la muñeca del año y meterlo en una caja, luego tirar todo lo que signifique retroceso, porque todos sabemos que somos lo que fuimos, pero ya no queremos eso, ahora buscamos algo más grande, y ese somos y ese fuimos, no sirven en el mundo del seremos.
Al terminar, te encontrarás en una habitación vacia, y felicidades, tienes una nueva oportunidad de llenarla, no la desarpoveches, es tiempo de hacer las maletas y dejar la pileta, el mar nos espera.
Mirate al espejo la última vez, por que ese temor en los ojos es cosa del pasado, deseate suerte y besa a tu madre.

Es justamente ahí donde me encuentro, ahora supongo que debo dar el primer paso, pero cuesta, tengo plomos en los tobillos, hace unos días quise avanzar a pasos de gigante, y qué creen, caí de narices, la verdad, fue desmotivante, pero enriquecedor a la vez.
Me di cuenta de un detalle que no sé cómo se me pudo pasar, estaba lista para salir y bla bla bla, pero era un viaje largo, y supuse que tendría como compañera a mi niño interno, pero adivinen, era muda.
No podía aventurarme de esa manera y tuve que detenerme un momento y descubrir la causa de el silencio de mi pequeña amiga.

Supuse que debía hacer un viaje al pasado, y a pesar de estar en contra de mis principios lo hice, de hecho aún estoy en ello, recordé el día que mi padre me dejó.
Suena feo de esa manera, pero eso sentí esa madrugada, que sin más se marchó, sin siquiera despedirse.
En un país donde pocas veces se dan las oportunidades para que los jefes de familia puedan llevar una vida digna, la mejor opción, es salir, buscar suerte en otro lugar, y eso significa un abandono, sean por las razones que fueren.
A los 4 años, poco se entienden razones, y yo no era la excepción, por lo que claramente esas fueron las primeras lágrimas de dolor que derramé, hay que destacar que tanto mi madre como mi hermana, se desvivieron por cubrir el vacio que mi amado padre habia dejado en mi, y les agradezco de corazón, pero padre es padre, y yo lo amaba.
Pasaron muchos años, y mientras tanto iba olvidando el aroma de él, se iba conviertiendo lentamente en una carta semanal, o una voz en el teléfono.
El día que volvió, todos celebrarón menos nosotros, un desconocido venía a mi casa, besaba a mi familia y decía haberme extrañado, lo único que quería era que llamaran a la policia, no aceptaba un abrazo, ése era nadie para mi.
A partir de ese día nada volvió a ser lo mismo, el dolor de ambos nos destrozaba día a día, y fueron más de 10 años de rencor, aún no puedo creer que desperdiciara tanto tiempo en ello, vuelvo a lo mismo, soy una pésima
predicadora.
La situación estaba tan descontrolada a ratos, que los episodios de violencia no eran raros, y lo único que lograban era que la brecha entre ese y yo, aumentara. Un día sin embargo, abrí los ojos caminé hacia él y le dije, "no más", y así fue, ahora está lejos nuevamente, pero me dejó su corazón esta vez, y lo más importante, se llevó el mio.